Cuando la lluvia cae, las autoridades desaparecen
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Por Marco Antonio Aguilar
Las lluvias de estos días no solo encharcaron las calles del Estado de México, ¡las dejaron completamente a la deriva! Avenidas principales convertidas en auténticas lagunas, autos varados como si fueran embarcaciones sin puerto, y ciudadanos atrapados en medio del caos. Pero lo más sorprendente fue la falta de reacción de nuestras autoridades. Porque, a diferencia de otras ocasiones, esta vez no hubo videos protagonizados por presidentes municipales el día de la tormenta, ni selfies sonrientes.
¿Y dónde estaban los salvavidas municipales? Bien secos, aparentemente. No se vio a elementos municipales ni estatales abanderando el caos en calles inundadas; ni siquiera se asomaron para intentar disimular ante el tráfico que se hundía en cada esquina. Otros que también brillaron por su ausencia fueron los elementos de protección civil, quienes parecieron resguardarse bajo la excusa de que “ya lloverá menos”. Ni siquiera el “famosísimo” grupo Tlanchana de Metepec, creado específicamente para emergencias por lluvias, apareció. Deben haberlo guardado bien, no vaya a ser que se les mojaran los uniformes.
Eso sí, los únicos que estuvieron al pie del cañón fueron los elementos de la Cruz Roja de Toluca, quienes auxiliaron a una señora cuya camioneta quedó con agua hasta la mitad. La señora corría un enorme riesgo, y fueron ellos quienes acudieron a salvarla. Para ellos, un aplauso merecido.
Claro, las autoridades no tardaron en señalar que gran parte del problema es culpa de la basura que tira la ciudadanía y que tapa los drenajes; lo cual es cierto, pero también es verdad que los sistemas de drenaje de muchos municipios están desbordados, al igual que las promesas. Y claro, arreglar drenajes no da “likes”, no se puede posar sobre una alcantarilla recién desazolvada para ganar aplausos en redes sociales. Es mejor bailar, grabar videos y hacer cualquier cosa que no implique ensuciarse las manos… o mojarse los pies.
El Río Verdiguel también decidió unirse a la fiesta, desbordándose para recordarnos que hay problemas que no se pueden ignorar, por más que se les quiera tapar con excusas. Gobernar es cosa seria, y más cuando llueve a mares. Pero parece que para nuestros políticos, es más fácil esperar a que escampe que meterse al fondo del problema, porque claro, nadie quiere invertir en obras que no se ven, que no se pueden presumir.
Mientras tanto, la población sigue siendo quien paga los platos rotos, quienes nos mojamos —literal y figuradamente— cada vez que una tormenta cae sobre nuestro municipio y, con ella, la incapacidad de nuestras autoridades para reaccionar. Ojalá algún día se atrevan a mojarse el uniforme… y no solo en sentido figurado. Porque gobernar también implica tomar riesgos, asumir responsabilidades de frente y no quedarse al margen, esperando a que alguien más se encargue.